El Cañón de Lobos también sorprendió a romanos y templarios

Ucero

El Cañón del Río Lobos, al oeste de la provincia de Soria y catalogado como Parque Natural desde el año 1985, ofrece un pintoresco y espectacular paisaje generado por el notable encajamiento de la red hidrográfica regional en los imponentes paquetes calcáreos del Cretácico Medio y Superior, labrándose así un valle encajado y sinuoso en el que el propio roquedal, la caprichosa manifestación del discurso del agua sobre él mismo, la colonización del paraje por la vegetación natural y la abundante presencia de fauna terrestre y avifauna, contribuyen a crear un armonioso paisaje, cuyo disfrute está exento de dificultades reseñables.

En el tramo final del cañón, ya en las cercanías del caserío de Ucero, se encuentran las paredes más altas, en las que se pueden observar con claridad los distintos materiales carbonaticos que han sido erosionados y disueltos por las aguas. Y es que esta zona se caracteriza también por numerosas manifestaciones cársticas (cuevas, galerías, simas,…), algunas de las cuales sirven a menudo de refugio a la avifauna del paraje. Una de estas cuevas, la de la Galiana Baja, ubicada en la confluencia del cañón con el río Chico, canaliza la surgencia de agua subterránea en un notable manantial – el de Ucero-, tan notable como para dar su nombre al río permanente que se inicia en ese paraje.

Los paisajes cársticos y fluviales de esta zona de la provincia de Soria atrajeron desde antaño -por sus paisajes, por sus recursos de agua y también por la protección que brindaba este entorno agreste y escondido-, a los pobladores de estas tierras. No fueron una excepción los templarios – que construyeron la conocida ermita en el interior del cañón- y mucho antes que ellos los romanos, que vieron en el descrito manantial de Ucero la solución al abastecimiento de agua a la ciudad de Uxama, a pesar de la veintena de kilómetros que separan a ambos, no dudando en poner aquí en práctica su reconocida competencia en estas lides.

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